El cáncer de mama (BC, por sus siglas en inglés breast cancer) es el segundo tipo de cáncer más común en todo el mundo, afectando a 1,7 millones de personas.
Entre las mujeres, es el primer tipo de cáncer más común, y está catalogado como la quinta causa de muerte debida al cáncer. En países asiáticos, el pico de edad de mujeres afectadas es de entre 40 y 50 años, mientras que en el Oeste las mujeres más afectadas están entre los 60 y 70 años.
Los factores de riesgo independientes que mayormente suelen causar esta enfermedad son el historial familiar, el género femenino, la edad, los cambios en la tendencia reproductiva, incluyendo la maternidad después de los 30 años, menarquía precoz y menopausia tardía. El BC se clasifica según la presencia de tres receptores encontrados en las células cancerosas: receptores de estrógeno (ER), receptores de progesterona (PR), y receptor del factor humano de crecimiento 2-neu (HER2).
El tratamiento principal del BC incluye cirugía, quimioterapia citotóxica adyuvante, radioterapia, terapia endocrina adyuvante, terapias neoadyuvantes anti-HER2 y medicina personalizada.
Los principales factores que se tienen en cuenta para establecer el tratamiento son la edad del paciente, el estado de su menopausia, comorbilidades, el grado histológico, la expansión linfovascular, el estado de los receptores hormonales (HR) y la sobreexpresión de HER2.
Dependiendo del tratamiento principal, la gestión y control del cáncer podría presentar varios efectos secundarios debilitadores en el 72-96% de los pacientes. Los cambios específicos asociados al tratamiento, junto a la morbilidad asociada a la enfermedad, podría conducir a desajustes fisiológicos y psicológicos, limitando eventualmente la ejecución de tareas cotidianas y la participación en actividades sociales.
Los supervivientes de BC experimentan aflicciones relacionadas con el tratamiento, así como miedo a la recaída, cambios en la imagen corporal y la sexualidad, así como toxicidad resultante de las terapias adyuvantes. Los síntomas post-tratamiento como el dolor y la fatiga persisten e interfieren en la capacidad funcional.
El ejercicio ha demostrado ser una herramienta efectiva, segura y factible para combatir estos efectos adversos del tratamiento. Además, ha demostrado prevenir las complicaciones de los pacientes con BC, incluyendo el riesgo de post-menopausia tras BC que decrece entre el 12-29%, y la mortalidad asociada al BC se reduce entre el 15-67%. Además, las adaptaciones inducidas por el ejercicio y el mejor rendimiento muscular pueden atenuar la toxicidad del cáncer, lo que podría aumentar la ratio de curación, mejorar la calidad de vida (QOL) de lo supervivientes de cáncer e, incluso, aumentar la supervivencia a largo plazo. Sin embargo, debido a la heterogeneidad de esta población y a la multitud de terapias que reciben, la respuesta de cada paciente al tratamiento es diferente.
Dolor y linfedemas
En torno al 12-51% de los pacientes se quejan de dolor después del tratamiento, el cual podría ser de dos tipos: (i) dolor musculoesquelético y (ii) dolor neuropático. Los síntomas del dolor tienden a disminuir con el tiempo, afectando al 47% de los pacientes 1-3 años después del tratamiento, y persistiendo en hasta el 30% de los pacientes incluso 5 años después. La presencia y severidad del dolor depende de varios factores, pero el predictor más significativo es la edad. Las mujeres de menos de 40 años tienen 3,6 veces menos de probabilidades de sufrir dolor que las mayores de 60-69 años. El tratamiento es otra clave determinante, siendo la disección axilar y la radioterapia los que más se asocian con dolor.
Otra secuela del tratamiento del BC es el linfedema, que afecta al 6-43% de los pacientes. Esto es el resultado de un transporte insuficiente de linfa causado por daños en la vascularización linfática por la disección de nódulos linfáticos y la radioterapia. Linfedema ha demostrado ser una causa considerable de deficiencia que causa dolor, inflamación, pesadez, parestesia y reducción de la movilidad del miembro afectado. Además, se asocia con efectos secundarios fisiológicos y psicológicos, como la función inmunitaria comprometida, la ansiedad, la angustia y la inhibición social.
Los pilares del tratamiento del linfedema relacionado con el cáncer incluyen terapias descongestivas complejas, ejercicio y cuidados de la piel. El ejercicio provoca cambios en la función linfática que incluye la estimulación del flujo de linfa desde el musculoesquelético bombeando al sistema cardiopulmonar. Además, el ejercicio ha demostrado mejorar la hemodinámica venosa de las extremidades superiores lo que puede reducir la inflamación. El Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM) de acuerdo a estudios previos, acepta el entrenamiento de fuerza como una intervención segura y efectiva en la reducción del linfedema en pacientes con BC. El entrenamiento de fuerza reduce la incidencia y la intensidad de los síntomas de brazos y manos, y la exacerbación del linfedema, y mejora la fuerza muscular.
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